Cuenta la historia que después de las escaramuzas en Bonza y Gámeza los patriotas llegaron a Tutazá en busca  de víveres y combatientes y los encontraron en la generosa población. Bolívar recorrió las calles del poblado y quedó asombrado con la cantidad de ollas, cazuelas, tazas, chorotes, tinajas y demás tiestos de barro cocido que producían los artesanos del caserío. Bolívar cruzó la plaza y se dirigió al templo construido por los misioneros agustinos en el siglo dieciocho, se acercó al altar y se arrodilló ante  una imagen quiteña de la Virgen María, vestida con una manta lujosamente adornada, una media luna a sus pies, en la mano derecha un rosario y en la izquierda el Niño Jesús. Bolívar oró en silencio durante un largo rato; se levantó con reverencia y  se dirigió  al campamento a ultimar las estrategias para cortar el avance de Barreiro y el ejército del Rey hacia la capital del Virreinato.